Texto de opinion ''De la idealización a la cosificación y violencia''

 

De la idealización a la cosificación y violencia 

Por Thiago Barillaro

      ¿Puede el deseo volverse una forma de dominación? ¿Qué ocurre cuando una mujer es vista como una persona no digna, sino como una figura que debe ajustarse a los moldes de quien la quiere poseer? Estas preguntas se desarrollan en los dos textos de la literatura argentina que son, “La intrusa” de Jorge Luis Borges y “Cambio de luces” de Julio Cortázar.


        Ambos cuentos abordan de manera distinta un mismo problema que es, como la mirada masculina de un hombre posesivo convierte a la mujer en objeto. En el relato de Cortázar, el actor Tito Balcárcel construye una imagen idealizada de Luciana. No le interesa quién es ella realmente, sino cómo se ajusta a una escena que él mismo dirige. Su casa, su iluminación, su voz y todo parece pensado para que Luciana encaje en un papel que no eligió. El deseo de Tito, entonces, no se dirige a una mujer concreta, sino a una representación que él controla, casi como si fuese un personaje más en su carrera actoral.


      En La intrusa, la cosificación es más explícita y violenta. Juliana no es una mujer con derechos o voz propia sino que es comprada, compartida y finalmente asesinada por los hermanos Nilsen. En esta historia, el conflicto no gira en torno a lo que ella quiere, sino a cómo su presencia desestabiliza la relación entre los hombres. Ella es el “problema” que debe resolverse, y el modo en que lo hacen revela hasta qué punto el deseo masculino puede conducir a la anulación total del otro.


    Aunque ambos cuentos tienen estilos muy diferentes, coinciden en lo esencial que es exponer una lógica donde la mujer es silenciada y encajada en una estructura que no le pertenece. Lo interesante es que ni Borges ni Cortázar presentan esa lógica como natural o deseable. Por el contrario, la muestran como algo problemático, incluso trágico.


      El gesto de Tito al pedirle a Luciana que se tiña el pelo muestra lo que es la cosificación, no busca conocerla ni encontrarse con ella como persona, sino mantener viva una imagen que él quiere. En La intrusa, los hermanos no pueden convivir con el deseo compartido, y ante la imposibilidad de aceptar su propia vulnerabilidad, eliminan a Juliana. En ambos casos, la figura femenina no tiene lugar como una mujer libre, es apenas el espejo donde los hombres proyectan lo que no se atreven a reconocer en sí mismos.


        Quizás lo que ambos cuentos nos están diciendo, desde lugares distintos, es que amar sin aceptar que el otro es distinto e independiente es solo otra forma de posesión. Y cuando la posesión se impone sobre el encuentro, el resultado no puede ser otro que la pérdida de la vida, del vínculo, o del sentido.


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